El entrenador como principal agente de MOTIVACIÓN
Principalmente en conocer por
parte del entrenador con la mayor exactitud posible a su deportista o su
equipo. Conocer su realidad y su marco de referencia más próximo.
Una de las primeras cuestiones a
reflexionar cuando pensamos en motivación es la individualización.
Conocer y particularizar en cada deportista los motivos que incrementan
el ánimo para seguir mejorando en su desempeño profesional. Interesante
sería, además, que el deportista percibiera que se le presta esa
atención concreta por parte de su entrenador. La sensación que provoca
el sentirnos únicos por parte de nuestro responsable nos acerca
significativamente a la motivación. La comunicación entre entrenador y deportista debe afianzarse sobre la base de una escucha sin juicios previos
El objetivo es fomentar una relación abierta y sincera basada en la
empatía y en la crítica constructiva como factor de crecimiento
profesional y, por supuesto también, personal del deportista. Valoremos
la posibilidad de lo que se podría conseguir si tras la realización, por
ejemplo, de un ejercicio técnico o táctico por parte del deportista, el
entrenador diera paso a un comentario verbalmente expresado en dónde se
expusiera los logros alcanzados por aquel y las recomendaciones
pertinentes por parte del entrenador para solventar las dificultades
aparecidas en el ejercicio. ¿No mejoraría esto el rendimiento y el
desarrollo exponencial por tanto, de la motivación?
Imaginemos además que el deportista tiene la libertad, dentro de los
criterios lógicos, de realizar aportaciones personales que a su vez son
tenidas en cuenta por su entrenador que pudieran contribuir a seguir
mejorando en las áreas críticas marcadas ¿No generaría esto un
sentimiento positivo cuyo impacto, nuevamente, se traduciría en un
incremento de la motivación?
Vayamos un paso más, donde el entrenador expone públicamente los
puntos fuertes de su deportista, ya sean estos referidos a sus
cualidades físicas, técnicas o de personalidad para reforzar la
autoimagen del deportista, en caso de que fuera necesario. Que a través
de sus mensajes verbales, el entrenador pudiera servir de espejo al
deportista. Un espejo donde verse con realismo pero como una persona
valiosa para su federación o club. No sólo como simple receptor pasivo
sujeto a las presiones o insultos u ofensas por parte de su entrenador
aunque su realización sea con un fin positivo, mejorar su rendimiento.
Eliminemos la utilización de refuerzos negativos como práctica habitual.
Pensemos en el “efecto Pigmalion” y los números estudios que abalan
este concepto. La imagen que un entrenador se construye de un deportista
determina su comportamiento y sus resultados. Altas expectativas por
parte del entrenador pueden servir de mensaje claro al deportista de que
él tiene las competencias suficientes para llevar a cabo la tarea
requerida. Atención a nuestra conducta como entrenadores cuando desde el
inconsciente se trasmiten al deportista bajas expectativas o
desconfianza hacia la mejora de su rendimiento porque probablemente
forme parte de una profecía cumplida, según se plantea desde este
efecto.
Por lo tanto, es fundamental el conocimiento del entrenador de la
dinámica del deportista como ser humano y asumir su rol fundamental para
la motivación. Es su responsabilidad, no sólo la mejora de la técnica,
la táctica o la mejora física del deportista, sino también el desarrollo
de herramientas y técnicas que lleven a su entrenado al máximo de su
rendimiento deportivo.
"Algunas personas triunfan por que ese es su destino, pero la mayoría de quienes triunfan es por que decidieron lograrlo"